Existe una larga lista de razones que pueden causar que comamos más de lo que debemos y esto, además, puede darse por diversos factores externos/internos
“Me merezco un buen helado después de este día tan duro que he tenido en el trabajo”.
Aparentemente es solo una frase cualquiera, aunque la realidad es otra bien distinta. Son este tipo de pensamientos los que evitan darnos cuenta de que tenemos una falta de control sobre nuestra alimentación.
“Bah, qué más da, un día es un día”.
Este tipo de ideas que rondan nuestra cabeza se conocen como pensamientos facilitadores de la ingesta o autoengaños. Este diálogo interno, lo que nos decimos a nosotros mismos, puede llevarnos a tener una conducta desadaptada con la comida, generando con ello mucho malestar y sentimiento de culpabilidad.
Existe una larga lista de razones que pueden causar que comamos más de lo que debemos y esto, además, puede darse por diversos factores externos/internos como por ejemplo:
- Falta de sueño. Si no descansamos adecuadamente se provoca un aumento de la hormona del estrés (el cortisol) y de los niveles de insulina (que provocan apetito) y, a su vez, bajan los niveles de leptina, la hormona responsable de controlar la ansiedad.
- Comer demasiados alimentos con azúcar. Acostumbrar a nuestro cuerpo a una gran ingesta de dulces puede convertirse en una rutina incontrolable. El efecto placentero producido por el consumo de este tipo de alimentos es muy corto, por lo que pronto volveremos a sentir la necesidad de comer de nuevo alimentos azucarados para aumentar la dopamina (hormona felicidad), creando un círculo vicioso del cual es muy difícil salir.
- Aburrimiento. En algunas ocasiones caemos en estados de ansiedad y desesperación, lo cual nos lleva a querer llenar ese vacío emocional momentáneo que sentimos con algún alimento, en especial con aquellos que nos agradan más. Diferenciar el aburrimiento con hambre es algo básico para paliar las conductas compulsivas.
- Deshidratación. Beber poca agua no es un motivo que explique directamente el hecho de tener hambre, pero sí que provoca que confundamos la sensación de sed con la de tener hambre. Cuando no nos hidratamos correctamente, nuestro cuerpo busca hidratarse a través de los alimentos y hace que comamos más sin darnos cuenta. Es por ello que siempre es recomendable beber antes de las comidas, para ayudar a gestionar esta sensación.
- El estrés. En las situaciones de más carga de trabajo, o de momentos de preocupación a nivel personal nos surgen impulsos para comer cualquier cosa y así poder rebajar nuestra ansiedad por los problemas que nos rodean. Tomar conciencia de cómo estamos manejando nuestro estrés puede ayudarnos a tomar decisiones más saludables y no caer en las tentaciones de la comida.
Una vez reconocidas algunas de las causas más frecuentes que nos invitan a comer a todas horas, será más importante luchar a nivel mental para no caer en las tentaciones, así como encontrar el equilibrio entre nuestras emociones y las ganas de comer.
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