Mazy.
Del 10 de diciembre y el 4 de enero, el Teatro Real ofrecerá 16 funciones de una nueva producción de Carmen, de Georges Bizet
Carmen, estrenada con un gran escándalo en la Opéra-Comique de París en 1875, pero defendida con admiración por Brahms, Chaikovski, Saint-Saëns y, sobre todo, Nietzsche -que la utilizó como contraposición al wagnerismo-, se convertiría con el tiempo en un icono del repertorio operístico universal. Sin embargo, su autor, Georges Bizet (1838-1875), murió de un ictus apenas tres meses después de la première, a los 36 años, frustrado y desolado con el recibimiento de la ópera por la que había luchado con denuedo desde su génesis.
El contexto social de la época no era propicio a la eclosión avasalladora de una heroína amoral, intrépida, transgresora, seductora, ajena a las convenciones sociales y dispuesta a luchar por su libertad hasta las últimas consecuencias, moviéndose con garbo entre marginales y militares.

Tras la caída del Segundo Imperio y la traumática experiencia de la guerra franco-prusiana (1870–1871), la sociedad francesa experimentaba un proceso de redefinición de su trastocada identidad nacional, a través de un arte que enalteciera los grandes valores éticos y morales y, sobre todo, que la alejara de la realidad.
También musicalmente, Carmen se encontraba en una encrucijada: se resquebrajaban los mundos enfrentados de la Opéra-Comique, más popular y tradicional, con la alternancia entre números musicales y diálogos hablados -en la que esta ópera se inscribe, conceptualmente-; y la monumentalidad de la grand opéra, con producciones grandilocuentes y una creciente y controvertida influencia wagneriana.

Georges Bizet y sus libretistas Henri Meilhac y Ludovic Halévy lograron sortear con gran dificultad las restricciones y escollos institucionales impuestos por la Opéra-Comique para adaptar la novela Carmen (1845) de Prosper Mérimée, de la que mantuvieron la esencia del argumento y la atmósfera exótica, suavizando su brutalidad e introduciendo varios personajes para incrementar la consistencia dramática de la obra, que se sostiene en una ingeniosa utilización de la tensión progresiva: cada acto amplía el conflicto entre Carmen y Don José y acentúa la incompatibilidad entre sus mundos simbólicos hasta el trágico final.
La ópera supuso una ruptura estética y conceptual respecto a los cánones de la opéra-comique, por su tema y forma. El tratamiento musical de cada escena, la belleza de sus melodías, la caracterización inmediata de los personajes y la integración orgánica entre música y acción la convierten en una obra paradigmática dentro del repertorio lírico.

La brillante escritura orquestal, con una enorme paleta de colores, temas recurrentes y variedad rítmica, desempeña un papel fundamental en el discurso dramatúrgico, recreando ambientes sociales, comentando o anticipando situaciones y logrando mantener una tensión permanente. Además, el compositor implementa una escritura coral y de números de conjunto que dotan a la ópera de un carácter casi cinematográfico, especialmente en las escenas de masas, cuya vivacidad contribuye a la evocación de un universo social lleno de conflictos, en un constante movimiento que lo alimenta y lo atrapa.
Es precisamente ese mundo cerrado como un círculo infernal el que recrea el director de escena Damiano Michieletto a través de un decorado giratorio concebido por Paolo Fantin.
Ahí, en una tierra perdida que puede ser la Andalucía profunda o la Sicilia árida de Sergio Leone, se sitúa el pueblo claustrofóbico donde se desarrolla la acción, que contrapone espacios reducidos -como una comisaría de policía, un almacén o un club nocturno-, a la inmensidad de una geografía sofocante y desolada.
Michieletto sitúa la acción en los años 70 -evocados por el vestuario de Carla Teti- dando a la ópera una lectura naturalista y psicológica, que enfrenta la sociedad opresora, machista y justiciera -reforzada por la presencia fantasmal de la madre dominante de Don José- a la libertad, audacia y desenfreno de Carmen, que revoluciona ese mundo cerrado en el que se cruzan pueblerinos, contrabandistas, gendarmes y toreros. Pero de este círculo implacable solo logra salir a través de la muerte.
La nueva producción dirigida por Eun Sun Kim y Damiano Michieletto ofrecerá un nuevo enfoque de esta ópera genial, que sigue atrapando al público con su fuerza arrebatadora, 150 años después de su desdichado estreno.
