Mar Barbero de Zubillaga.
¿Con o sin…? El eterno dilema de las novias modernas…
Hablamos con el diseñador Oswaldo Machín para entender por qué este accesorio, lejos de desaparecer, se reinventa con más fuerza que nunca.
En plena era de las novias contemporáneas, seguras, diversas y absolutamente personales, esta cuestión sigue generando más de un suspiro, debates entre amigas y visitas al atelier. Pero lejos de ser un accesorio en extinción, el velo se transforma, se reinventa… y sigue brillando con fuerza.
Oswaldo Machín, que ha vestido a decenas de novias con estilos tan únicos como ellas mismas., nos comenta “El velo no ha perdido relevancia, se ha transformado”.
En bodas religiosas, sigue siendo una pieza con peso simbólico y visual.
Las novias más clásicas optan por lucirlo en su versión tradicional, mientras que las más modernas lo reinterpretan en forma de capas etéreas o chales vaporosos, que suavizan la silueta y aportan ligereza sin renunciar a ese halo de magia que tanto enamora.
¿Y en las bodas civiles?
El velo abandona el clasicismo para convertirse en un gesto de estilo rotundo.
Para ellas, el diseñador propone un lazo que cae desde el cuello, un abrigo-capa o un accesorio de impacto que se funde con la arquitectura del vestido. “Buscamos crear dramatismo, un efecto de arrastre, un momento especial, sin necesidad de seguir la tradición al pie de la letra”, explica.
Si hay algo que este diseñador defiende es que el velo debe estar al servicio de la personalidad de la novia, no al revés. “Lo que para una novia es imprescindible, para otra puede no tener ningún sentido”, dice.
Por eso, desde su atelier, el trabajo comienza siempre escuchando, entendiendo quién es ella, cómo vive su boda y qué emociones quiere proyectar.
En cuanto a tendencias, Machín lo tiene claro: el tul se eleva a categoría de arte.
Atrás quedan los tejidos rígidos o artificiales. Ahora reinan el tul de seda y el tul mórbido italiano, que acarician la piel y se funden con el aire, aportando movimiento, sofisticación y naturalidad. “Un velo debe parecer parte del vestido, no un añadido. Todo tiene que fluir”, dice con la pasión del que sabe que en los detalles vive la magia. Eso sí, advierte: evitar el tul ilusión en velos cortos. “Puede parecer sacado de un videoclip de los 80. Y eso no es lo que una novia quiere transmitir en su gran día”.
Más allá de la estética, hay algo que Machín nunca olvida: el velo, para muchas mujeres, representa una conexión emocional y cultural. “Vera una novia velada entrando en una iglesia sigue emocionando profundamente”, afirma.
En estos casos, su trabajo consiste en rendir homenaje a esa simbología desde una perspectiva moderna. “No se trata de imponer, sino de reinterpretar con respeto. De crear piezas que evoquen, que conecten con esa emoción”. En definitiva, el dilema entre llevar velo o no ya no es binario. Es una decisión tan rica, matizada y personal como cada novia.
Y, si algo deja claro Oswaldo Machín, es que el velo sigue teniendo un lugar emocional, simbólico y estético en la moda nupcial de hoy.
Solo hay que saber como hacerlo hablar, en el idioma de cada mujer.










